La plancha del cabello, el gran invento que nos ha facilitado el día a día y que no falta en ningún hogar; gran aliada de las mujeres. Gracias a ellas lucimos un cabello perfecto casi sin esfuerzo.
Las primeras varillas fueron “inventadas” en 1872 per Érika Feldman, quien cogió hierros candentes y se los colocó sobre el cabello para darles forma. Posteriormente y ya en el año 1912, Lady Jennifer BellSchofield, creó una herramienta que tenía dos placas de metal que descansaban entre una bisagra en el centro. Era muy similar a la que seguimos utilizando hoy en día.
En 1882 Marcel Grateau inventó las tenacillas, inspirado por las ondas naturales del cabello de su madre, creó unos hierros que imitaran de forma fiable esa ondulación. Las patentó, les puso su nombre y las hizo de varios grosores dependiendo del rizo que se quisiera conseguir.
En 1909 Simon Monroe patentó un peine de metal que conseguir el alisado lo calentaba previamente antes de pasarlo por el cabello.
Las herramientas térmicas cuentan con una gran trayectoria. Eran utilizadas en la corte francesa para rizar y ondular las pelucas que llevaban puestas tanto hombres como mujeres. Estas herramientas eran de hierro y se calentaban directamente sobre el fuego.
A partir de ahí, y dando un salto a los años 70, las planchas ya eléctricas,se empezaron a ver en los salones de peluquería. Por entonces eran aparatos muy pesados, de grandes dimensiones, y con placas metálicas que no distribuían el calor con uniformidad, lo que abrasaba el cabello. Estos inconvenientes dejaron a este artilugio en el olvido. En las casas se usaba las plancha de la ropa para conseguir esa melena lacia tan deseada. Se interponía entre el cabello y la plancha un paño de algodón, para que de alguna manera “protegiera” el cabello del calor.
A finales de los años 80, se volvió a poner de moda el cabello liso y se empezaron a comercializar las planchas para las casas particulares. Habían evolucionado sus materiales, el tamaño, el peso, lo cual resultaba mucho más cómodo para su utilización. Sus placas eran de aluminio, no distribuían el calor de forma homogénea, lo que producía un shock térmico en el cabello dando lugar a puntas dobles y electricidad estática.
Las placas fueron sustituídas posteriormente por las de cerámica que mantenían mejor la temperatura y distribuían el calor sin dañar la fibra capilar. Después evolucionaron a las de turmalina, que además de distribuir el calor uniformemente, cuidaban el cabello oxigenándolo y manteniendo su hidratación natural.
Las nuevas generaciones de planchas llevan placas de titanio con tecnología iónica, que cauteriza la cutícula del cabello en una sola pasada y emite iones negativos, cuidando su hidratación y eliminando la electricidad estática. También llevan incorporado un selector de temperatura que permite regularla según el estado del cabello. Sus placas son vasculantes, los que nos permite no sólo usarlas para alisarnos el cabello sinó también para crear rizos, ondas, puntas al aire… El tamaño de las planchas se ha reducido considerablemente, siendo el tamaño mediano el más solicitado, ya que nos permite usarlas como si fuera un cepillo, consiguiendo mucha más manejabilidad.
En los últimos años tenemos en el mercado unas planchas que mediante un depósito de agua destilada, desprenden vapor mientras pasamos sobre el cabello, lo que nos proporciona humedad en el cabello consiguiendo no resecarlo debido a su temperatura y creando un efecto espejo, puliendo la cutícula del cabello y alargando su efectividad, incluso en melenas con rizos rebeldes.
A tener muy presente el uso de protectores térmicos, para cuidar nuestro cabello frente al calor, siempre antes de usar cualquier herramienta térmica: secadores, tenacillas, planchas. Evitaremos que se deshidrate y se vuelva más frágil y nos aseguraremos que nuestra melena luzca bonita.
Cuenta siempre con la ayuda del profesional para orientarte y darte consejos sobre el uso de tu plancha.